2x3
- Luisk Coronado

- 8 sept 2017
- 3 Min. de lectura

La luz que se cuela por debajo de la puerta se ha convertido en su sol; comparte el aire a respirar con ratas y cucarachas; la barba en su cara mide el tiempo que lleva encerrado acá. Camina con las manos atadas hacia un lado, dos metros, media vuelta y tres metros; tratando de pasar el tiempo y de no pensar en lo que ahora mismo se pasea por su mente. Luego se acuesta en un petate que simula un colchón y le da un mordisco a un pan para saciar un poco el hambre; pan decorado por una capa verde de moho que le recuerda la semana pasada. Y la soledad lo está volviendo loco.
- Buenos días, oficial - saluda mientras observa la mosca que se posa en la taza de café que tiene el respetable policía. Se limpia la boca pasándose la muñeca
por el bigote enmigado.
– Buen día, señorita García. Dígame, ¿En qué le puedo ayudar? - ¡Pues en qué cree! En lo mismo que he venido solicitando por tres meses.
– Bueno señorita, como usted sabrá, estamos haciendo lo que cabe en nuestras manos y ahora mismo está saliendo el oficial López a seguir con la investigación.
– SI claro, como siempre… Pase usted un buen día oficial.
– Igualmente señorita García, si sabemos de algo le daré un timbrazo, ¡no lo dude! -
El tráfico está en su clímax y el cielo se está oscureciendo. Ahora la señorita García ya no duerme, ya pasó esa etapa, ahora simplemente su tristeza se convierte en fiasco y en angustia. Abre su paraguas, debido a las pocas gotas que caen del cielo, y está dispuesta a caminar por toda la sexta avenida en busca de una cafetería que le provea un refrigerio para continuar el día. Más adelante, la lluvia a crecido y su pequeño paraguas lo mueve tanto el aire que de igual forma se está mojando. Se detiene en la esquina, cierra su paraguas y decide irse sin el. Las lágrimas corren en su cara y se funden con las gotas de lluvia. Y todo debido a una confusión, que les cambió la vida a ella y a su amado. Ella ha decidido mejor dejar a un lado todo y olvidarlo, pero le es imposible. Al fin en la sexta avenida y quinta calle de la zona uno, hay una pequeña cafetería en donde ordena un café y un pan con frijol. Se sienta y espera ahí hasta que pase la lluvia.
Él, ya perdió la noción del tiempo; no recuerda su rostro. Los diálogos son con él mismo y con una rata que se come su vestuario. Yo lo he visto desde que lo trajeron y sus ojos vendados no me podían ver. Recuerdo que gritaba que era un error; que él no era quien ellos buscaban. Yo observé cuando lo golpearon hasta hacerlo sangrar, debido a que se enteraron que, afirmativamente, él no era quien buscaban. Sus palabras en voz alta las lograba escuchar y ahora que lo observo he olvidado su voz, pues ya ha dejado de hablar. De vez en cuando come a lo sumo la mitad de lo que le sirven, siendo está una porción muy pequeña que no saciaría a un niño. Sin embargo, para él ya no es importante comer. Ya no piensa en nada; su mente prefiere estar en blanco.
Y a mi no me queda nada por hacer. Yo que anteriormente era la bodega de una casa familiar ahora me alquilan para resguardar a este pobre hombre. Han tapado la única ventana que alumbraba mi interior y que dejaba observar el patio trasero de la casa. En el cuarto de al lado viven los hombres que mortifican al señor García en donde los oigo quejarse por lo que hacen, los oigo cuando juegan naipes y cuando se emborrachan para olvidar las penas y querer esconder sus problemas existenciales. En el local que tiene la casa en la parte frontal una pequeña cafetería prepara los alimentos para estos hombres que luego vienen a dejar las sobras al señor García, a quien cobijan mis paredes. Quisiera huir de aquí para ya no ver el sufrimiento de este hombre; pero no soy más que un cuarto de 2x3 en la sexta avenida y quinta calle de la zona uno.
LuiskCoronado
2008




























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