Ojos de Niño
- Luisk Coronado

- 8 sept 2017
- 5 Min. de lectura

¿Quién no ha pensado en su niñez soltando suspiros al aire? ¿Quién no ha pensando en sus últimas vacaciones de colegio con nostalgia? La vida es aliada del reloj y el calendario y cada día confabulan en nuestra contra al jamás detenerse y hacernos saber que vamos creciendo y que los momentos jamás volverán y que solamente en recuerdos algún día van a convertirse. Sin embargo, aunque las etapas de nuestra vida no regresen, cada fotografía guardada en nuestra mente sigue ahí para viajar a esos instantes y poder saborear un poco de ellos para luego en esos momentos pueda dibujarse una sonrisa en nuestro rostro.
Ahora que quizás vemos hacia atrás, cuando éramos niños los problemas solían ser mucho más sencillos, no había complicación para decidir. Lo difícil era pensar qué jugar o qué color usar en nuestro dibujo. La complejidad llegaba cuando sin entender el porqué debíamos aprender a multiplicar. Lo doloroso era perder la pieza de lego que terminaría la nave espacial que armamos. Por un momento aprieta los ojos y busca en tu interior un momento de niñez, el que quieras, pero uno que sea agradable para ti. ¿Ya lo ubicaste? - Ahora mírate, ve despacio. Ese eras tú, inocente y ansioso por crecer. Mira tu cabello revuelto y sin peinar, cero complejos y sin pensar en quién lo iba a criticar. Mira tus uñas, ¿están sucias? Quizás si por tanto experimentar, jugar y buscar respuestas. Mira ahora tus ojos y trata de descifrar lo que transmiten. La pregunta es si transmiten lo mismo que hoy en día.
Ser niño siempre va a ser el anhelo de un adulto. Regresar a ser ese niño curioso y explorador que no va a estar satisfecho si en su cabeza aún falta por responder un “¿Por qué?”. Y es que para la mayoría de niños no existe la palabra frustración, porque la forma para resolver o conseguir algo siempre se va a encontrar. No habrá rompecabezas que a algún niño le gane por el simple hecho que un el no va a ver las cosas siempre desde la misma perspectiva. Cuantos de nosotros ahora de grandes nos cuesta mucho trabajo cambiar de perspectiva ante los problemas, ante cosas que necesitamos resolver y que pareciera que estamos frente a una pared impasable, porque perdimos, junto con la niñez, la capacidad de separarse un poco y buscarle distintos ángulos a las circunstancias. Quizás en esos momentos la curiosidad, las preguntas y la necesidad de exploración de un niño sea nuestra salvación.
Un factor que invade a los adultos hoy en día y que nos complican un poco la vida, son los prejuicios. Son aquellas ideas que tenemos predispuestas ante alguien o algo. Un niño mantiene sus ojos puros y ve a los demás como lo que son: seres humanos, que pueden equivocarse pero que al igual que él son humanos llenos de sentimientos y emociones. Quizás por eso es más fácil hacer amigos de niños que de adultos. Y es que para los niños jugar solo es divertido, pero jugar con alguien más es aún más divertido. El compartir juguetes con alguien más, puede hacer que la aventura crezca y que la imaginación de ambos cree una súper idea para pasarla bien. El compartir con alguien no importando cómo sea, de dónde venga, y qué piense solo hace que se puedan enfocar en lo importante y así avanzar mejor en el juego. Imaginemos dejar a un lado los prejuicios, las características demográficas, sociales y económicas para poder hacer equipo con nuestros compañeros. ¿Acaso esto no hará que nos enfoquemos en lo importante y que el trabajo sea mejor?
¿Cuántos de nosotros nos hemos puesto a pensar ahora de adultos, lo asombrosa que es la vida y todo aquello que existe en la tierra? ¿Cuándo fue la última vez que nos asombramos con algo? ¿O es que cuando se es adulto se debe de perder la capacidad de asombro para convertirse en robots que laboran y generan economía? Un niño mantiene su capacidad de asombro al 100% porque no hay mejor ilusión que seguir descubriendo cosas nuevas. Esto es el mejor motivador que podemos tener para seguir avanzando en la vida, asombrarnos cada día por las muchas cosas que hay por conocer. Eso nos vuelve seres apasionados, personas que ponen el corazón en cada actividad que hagan porque buscan el resultado perfecto que los hará asombrarse. Y si acaso el resultado no es el deseado, entonces aprender algo del mismo y buscar descubrir algo más. Porque la vida avanza y hay millones de cosas que no podemos perdernos. Cuando una persona pierde su capacidad de asombro deja de valorar las cosas. Todo le parece monótono y aburrido. Los viajes son cansados, el atardecer ya no se voltea a ver, las estrellas dejan de quererse contar y las nubes dejan de tener miles de formas. Simplemente alguien que ya no se sorprende le pierde valor a lo que muchas personas en su vida quizás lleguen a conocer.
Aburrirse es aburrido. Divertirse cada momento y en todas las áreas de nuestra vida es algo que de adultos se olvida con mucha facilidad. Se nos olvida que la vida es la suma de momentos que jamás volverán y que depende de nosotros cómo vamos a pasárnosla en cada uno de ellos. El miedo a hacer el ridículo solo es una autocensura que nos amarra y no nos deja atrevernos a hacer de nuestro entorno el lugar perfecto para divertirnos y ver las cosas de adultos de forma divertida. ¿Hace cuánto que no cantamos como si nadie nos escuchara? ¿Cuándo bailamos, pintamos, dibujamos, hicimos nuevos amigos por última vez? Aún cuando nos caigamos y nos haya dolido y haya sido un momento feo y desagradable, recordemos que no debemos temer al equivocarnos sino pensar que con cada error que cometamos estaremos más cerca del éxito y que de nada sirve lamentarnos porque solo perdemos tiempo de hacer cosas divertidas.
Instala un corazón de niño en tu cuerpo, diviértete en cada momento y área de tu vida y si crees que no puedes, quizás estás en el lugar o con la persona equivocada. Lo mejor será que encuentres donde y con quién la vida será tan divertida como cuando niño. Las cosas superficiales de la vida matan de a poco lo bello y lo mucho por descubrir. Aprender todos los días hace nuestra existencia más interesante. Ser honestos con nosotros mismos primero que nada hará que seas honesto con los demás, eso te ayudará a entender qué es lo que Dios quiere para ti. La vida es más fácil de lo que parece, el pasado es solamente eso, pasado, y el futuro lo construye el hoy por lo que nos queda hacer de este preciso instante uno de los mejores momentos de nuestra vida.




























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